Este comentario o escrito debí hacerlo antes, con dos semanas de anticipación porque quería que los hijos del mundo lo leyeran; pero mi cabeza está muy comprometida con sus estudios… y cuando digo mi cabeza, es mi mejor hijo y amigo que me copia la escritura que hago, o sea, me pasa las páginas a su sistema.
“Mujer virtuosa, quien le hallara su valor es mucho más que el de los corrales”
Proverbio 31-10
La mujer ha sido la figura principal en la historia del acontecer humano. Por alguna razón Dios puso al hombre en el Edén y de su costilla extrajo a la mujer. Desde entonces ha estado ahí, a su lado, para bien o para mal. Más para beneficio que para perjuicio. Grandes cosas han ocurrido por causa de la intervención de la mujer. Muchos se registran para perpetuarse y otros pasan desapercibidos. Sembrado está en nuestros corazones el hecho salvífico de que la redención del hombre vino al mundo por la concepción divina de una mujer. La madre de nuestro salvador fue una mujer; nada mejor que honrar a nuestras madres, todos los días de la vida.
El consenso sobre las virtudes de las madres es indiscutible en su favor. La historia así lo registra. Por eso se designa un día al año para honrarla. Su amor sin condiciones ha sido probado, no hay otro ser, creado, que tenga tanta capacidad para amar, tantas anécdotas, tantas vivencias, tantas demostraciones. Comparto con ustedes una instancia que viví en una corte dominicana, en un juzgado de paz, como son llamadas las cortes en mi país.
Era una vez, en un tribunal de la República Dominicana, había un juez con reputación de severo y duro en la región de Los Mina, quien era temido por su temperamento al momento de imponer sentencia y por su poca tolerancia a los que desafiaban su autoridad. Ante su presencia intimidante, temblaba el más malvado delincuente. Esta vez, tocó sentenciar a un convicto, un criminal en presencia de su madre. El juez regañaba mientras la progenitora escuchaba a su lado con mucha atención el regaño del juez a su hijo. Decía el juez: “Señora, este joven es un delincuente consumado, ha violado la ley, ha demostrado claro desprecio por la vida de los demás, es un delincuente habitual, es perverso y anti-social. No merece permanecer en la calle libre. Es un malhechor y por eso lo voy a condenar. ¿Usted comprende, verdad? La madre respondió: Si, señor juez, el quizá sea todo lo que usted ha dicho, pero es mi hijo.
Mientras cumplía una larga condena, la esposa se cansó de visitarlo y finalmente, lo abandonaron los amigos; nunca lo procuraron. La comunidad le aplicó la ley del olvido y solamente una mujer que envejecía apresuradamente lo visitaba, domingo tras domingo, no fallaba a la cita con su hijo, sin respetar la inclemencia del tiempo. Un domingo, falló a la cita. No llegó a su compromiso semanal. El hijo lo presintió. Dios la llevó a mejor vida. Por eso la honramos para siempre.
Si la suya está entre nosotros, hónrenla, no la haga sufrir, amar a una madre no cuesta nada, satisface espiritualmente. Hoy la mía no está y cuando me tocó, lo hice como un privilegio, un regalo de Dios que disfruté. Damos gracias al creador por la honrosa distinción. Esta madre que hoy yo honro era mi mamá Digna Peña y el delincuente que decía el juez era mi hermano, Freddy Santana, que su delincuencia fue estar en contra del gobierno maldito 
del más criminal de los presidentes, el Doctor Balaguer.
Un homenaje…a todas las madres del mundo, a todas las mujeres que sufren del abuso social, también a mujeres especiales, especialmente a la que fue madre mía, a Rosa Parks, Mamá Tingó, Mercedes Sosa, Adolfina Nuñez del pueblo de Loíza Aldea de Puerto Rico, a Rigoberta Menchú, Piedad Córdoba, Michelle Obama y el resto de las hermosas mujeres y madres del mundo.
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