sábado, 20 de julio de 2013

Era sábado y me aventuré…

2013-07-13_12-45-08_890Era sábado y me aventuré, junto con el ser más humilde a Río Piedras. Fuimos a comprar, ya que este día, 15 de Julio, no se pagaban los impuestos IVU y me fui a comer un helado al conjunto de este joven humilde, de nombre Pedro Ramírez, que es mi amuleto y va conmigo donde quiera. Frente de la heladería encontré un grupo de jóvenes del grupo Pastoral Juvenil Jóvenes Unidos, de la Iglesia en Cristo, Nuestra Señora de la Paz, localizada en el área de Guaynabo, Puerto Rico.
 
No puedo dejar de mencionar el nombre de la iglesia y del grupo de jóvenes. Este grupo me puso a pensar sobre la idea de que todavía hay verdaderos cristianos, en contraste con el arzobispo de mi país, República Dominicana: De Jesús López Rodríguez. Este rico, malvado, vividor y político oportunista, que nunca hace nada a favor de los pobres y desposeídos, a diferencia de estos muchachos y muchachas, que tenían allí varios calderos con comida, llamando a todos los que por ahí pasaban para con amor y bondad, darles un plato de aquella sabrosa comida, incluyéndonos a Pedro y a mí. Para ellos, este escrito como reconocimiento desde lo más hondo de mi corazón.
 
“Las ovejas escuchan su voz; llama a sus ovejas por nombre y las conduce afuera” Juan 10.3 NVI
 
2013-07-13_12-45-14_946Cuando veo un rebaño de ovejas, veo exactamente eso, un rebaño, un montón de lana, una manada de pezuñas. No veo una oveja, veo ovejas, todas iguales, ninguna diferente. Eso es lo que veo, pero no es así el pastor, porque para él, cada oveja es diferente, pues cada cara es especial. Cada cara tiene una historia y cada oveja tiene un nombre.
 
La de los ojos tristes, esa es Podrá; y aquel que tiene una oreja parada y la otra caída, lo llamó Osiris; y ese pequeño que tiene la mancha negra en la pata, es huérfano y no tiene hermanos, por lo que lo llamó Mancha.
 
El pastor conoce a sus ovejas y las llama por sus nombres. Cuando vemos una multitud llenando un estadio o inundando un centro de compras y cuando vemos una multitud, no vemos personas, sino gente, una manada de humanos, un rebaño de rostros.
Eso es lo que vemos, pero no es así. Para el pastor, cada rostro es diferente; cada cara es una historia, cada rostro es un niño. Cada niño tiene un nombre. La de los ojos tristes, esa es Sofía. Aquel viejito que tiene una ceja levantada y la otra baja, su nombre es Payán. Ese joven que cojea es huérfano y no tiene hermanos, lo llamó Juan. El pastor conoce a cada uno por su nombre. El pastor te conoce, como conoce tu nombre y nunca lo olvidará.
 
“En las palmas de las manos te tengo esculpida” Isaías 49.16
 
¿Pensamiento sorprendente, no les parece? Tu nombre en la mano de Dios. Tu nombre en los labios de Dios. Tal vez hayas visto tu nombre en algunos sitios especiales, como en premios, en un diploma o sobre una puerta de madera de Nogal, o quizá hayas escuchado tu nombre de boca de algunas personas importantes: un entrenador como yo, una celebridad, un maestro, pero pensar que tu nombre está en la mano y en los labios de Dios…vaya, ¿será eso posible, o posiblemente nunca has visto que sea honrado tu nombre y no puede recordar si alguna vez escuchaste que lo mencionaran con gentileza? Si ese es el caso, es posible que te resulte aún más difícil creer que Dios conoce tu nombre, pero sí, lo conoce. Está escrito en su mano, expresado por su boca, susurrado por sus labios.
 
Tu nombre, y no sólo el nombre que ahora tienes, sino el nombre que él tiene reservado, un nuevo nombre que te dará, pero guarda. Me estoy adelantando, pues te contaré acerca del nuevo nombre en el último capítulo de mi vida y esta sólo es la introducción, de modo que, puedo presentarte este libro de vida, que es una vida de libro de esperanza. Un libro cuyo único objetivo es el dar ánimo.
 
Durante este último año he cosechado ideas de diversos campos y aunque sus tamaños y sabores son variados, su propósito es singular: brindarles a ustedes los jóvenes de esta iglesia, esperanza. Me pareció que esta palabra de mi parte podría hacerles falta. Han estado en mi mente al escribir. A menudo busco y he pensado en la gente como ustedes que siempre y sinceramente, lo han hecho a través de los años. He llegado a conocer a muchos bastante bien como para saber de ustedes, jóvenes de esta iglesia. He leído cartas, te he dado un apretón de manos y he observado tus ojos. Creo que los conozco, están ocupados. El tiempo pasa antes que finalicen sus tareas de alimentar a los que no tienen de comer y si tienen la oportunidad de leer, sin duda muy escasa.
 
Están ansiosos, pues las malas noticias se propagan más rápido que las buenas. Por tal motivo, me he sacado el tiempo para escribir sobre las buenas obras que hacen los problemas sean más numerosos que las soluciones, y están preocupados sobre el futuro que tienen sus hijos aquí en la Tierra. El futuro de ustedes proviene de ser cauteloso. Ya no confían con tanta facilidad como antes. Los políticos mintieron como el expresidente dominicano, el arzobispo y todos los funcionarios dominicanos. El sistema falló.
 
Los ministros tranzaron su cónyuge; fueron infieles. No es fácil confiar, pero, es que no quieren hacerlo. Simplemente, se trata de que quieran ser cuidadosos. Hay una cosa más, han cometido algunos errores.
 
Conocí a un hombre en una librería de mi barrio; en aquel entonces, un niño igual que yo. Se trataba de quien se había convertido en mi mejor amigo, después de Dios: Miguel Ángel Angomá Peña, de apodo “Cunnyn”. En raras ocasiones salía de mi casa a este negocio a comprar un libro y menos me paraba con nadie a hablar, pero en esa ocasión lo hice. Me lamentaban por las muchas horas de trabajo y las pocas horas que pasaba en casa y deseaba hablar y mi madre, Digna Peña, sola en casa. Un niño la halaba, el otro lloraba, pero haciendo malabarismos con ambos presentes, mi argumento. Cometí errores, expliqué, pero verdaderamente deseo hacer un nuevo intento y esa noche en Fresno, el músico cantó, yo hablé y viniste, casi no lo hiciste, te quedas en casa. Ese día, en contraste, la nota de tu esposa.
 
Ella era mi mamá, te iba a dejar pero igual viniste. Esperabas que tuviese algo para el dolor. Esperaba que tuviese una respuesta. ¿Dónde está Dios en un momento como éste? Así, al escribir, pensé en todos ustedes, con su cara de amor, aunque todavía en su grupo hay que depurar a los que se ríen de lo que son y piensan diferente. Ellos saben quiénes son, en todo, como ustedes. No son maliciosos, no son malvados, no son de corazón duro. A veces de cabeza dura, pero no de corazón duro realmente.
 
2013-07-13_12-44-57_554Deseo hacer lo correcto, pero a veces la vida da un vuelco para peor. Muchas veces nos hace falta un recordatorio, no un sermón. Un recordatorio de que Dios conoce tu nombre. Para esta escritura presente, muchos capítulos a la audición, pero no todos se seleccionaron. Después de todo, no servía cualquier capítulo. Se requería brevedad, pues estás ocupado. Se necesitaba esperanza pues estás ansioso. Se exigía lealtad a las escrituras, pues eres cauteloso. Intenté brindarte un repertorio de capítulos que reciten bien las letras de la Gracia y canten bien la melodía de gozo, pues tu eres el huésped del maestro y él prepara un concierto que nunca olvidará. Gracias, hay almuerzos que cuentan cinco o diez dólares, pero este no tuvo precio, porque estaba lleno de Amor Divino.

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