sábado, 19 de enero de 2013

Los Estados 51

15 de enero de 2013


El 10 de enero, el presidente de los Estados Unidos remitió al Congreso el acuerdo para la anexión como territorio incorporado del país caribeño. “La ratificación de este acuerdo traería gloria, supuestamente, a ambos países”, vaticinó el presidente. El Senado estadounidense, sin embargo, derrotó el 30 de junio el acuerdo mediante una votación empate, rechazando así la estadidad para el país caribeño. El año no es 2010 de esta solicitud, de la cual voy a hablar más adelante para que mi pueblo entienda que los “Vendepatria” han existido siempre. ¡Ah, déjenme mencionar el año y el país que no es Puerto Rico, por si algo los puertorriqueños tienen las oportunidades de leer este comentario histórico de mi remembranza, de los años 1870, y el país caribeño, la República Dominicana! Desde que en 1898 los Estados Unidos adquirieron la soberanía sobre Borinquén, la clase política ha vivido obsesionada; lo mismo a favor que en contra, con la idea de que Puerto Rico pudiese ser algún día admitido o convertido en un estado de la Unión, componiéndose la federación norteamericana, actualmente de 50 estados. El debate en mi país se da porque en torno a que Puerto Rico lleva mucho tratando de ser estado y un día, yo le hablé a un amigo de la existencia de un tratado de la República Dominicana y tras mencionar que conozco esto, me tilda de loco. Convertirse Puerto Rico en estado 51 de esa nación y el historial de la formación de los Estados Unidos, sin embargo, permite colegir que la presente condición, o sea, la colonia, también conocida como Unión Permanente, no necesariamente milita el favor o en contra de esta condición política. Las circunstancias históricas del momento han probado ser más importantes a la hora de que un país o territorio se transforme en un Estado 51.

Comencemos, tomando como ejemplo Texas. Como tal vez ustedes sepan, el territorio tejano nació originalmente como estado de la República de México, que en 1836 alcanzó su independencia. Dentro de la nueva república de fuerzas políticas, una favorable a su existencia y la otra a su anexión a los Estados Unidos, debatían su futuro. Eventualmente, el bando anexionista triunfó en 1845, motivado en gran parte por dos factores que coincidieron para la época. El primero, el ascenso en 1844 a la presidencia estadounidense del expansionista James K. Polk (1845-1849). El segundo, la debilidad de la República Tejana frente a un México que insistía en reincorporarla como parte de su territorio.

El ejemplo de Texas nos enseña que no todos los estados de la unión llegaron a serlo tras un período como territorio incorporado. Contrario al caso tejano, otros territorios no pasaron de la aspiración de ser el próximo estado admitido como ocurrió con otro territorio mexicano: Yucatán. Para la década de 1840, el territorio de Yucatán se encontraba en constante conflicto con el gobierno central mexicano, al punto de declarar su independencia en varias ocasiones. Durante dicho turbulento período, ante el acoso mexicano por un lado y una insurrección interna de los indios mayas, el gobierno de la República de Yucatán no pasó de un debate en el Congreso al formar parte de México.

El ejemplo histórico más interesante de un frustrado Estado 51 lo sigue siendo sin embargo, el de la República Dominicana. Al igual que en los ejemplos anteriores, la conciencia de corrientes históricas es vital, ya que esta anexión hubiese provocado una guerra con los patriotas dominicanos que siempre cuentan que su país es libre de toda potencia extranjera. Los dominicanos son orgullosos de su bandera.

El final de la guerra entre los estados en 1865 y la muerte del presidente Abraham Lincoln (1861-1865), trajo a la presidencia de los Estados Unidos al hasta entonces vicepresidente Andrew Johnson en (1865 – 1869). Al igual que Polk, Johnson aspiraba a que los Estados Unidos continuaran en expansión. A tales fines, durante su administración, se fijó como meta la adquisición de territorios en el área del Mar Caribe, para el establecimiento de una base naval. Los ojos estadounidenses se posaron entonces sobre la bahía dominicana de Samaná, lo que condujo a negociaciones entre los Estados Unidos y la República Dominicana, a partir de 1867. Esas negociaciones, con sus altas y sus bajas fueron ampliándose para no solo incluir el área de Samaná, sino además, contemplar el ingreso dominicano como estado de la unión bajo la administración del presidente, Ulisses Grant, en 1877.

El presidente Grant hizo de la estadidad para la República Dominicana uno de los asuntos centrales de su administración. Varios factores explican esta dinámica por un lado. Sectores comerciales interesaban explotar los recursos naturales del potencial nuevo estado.

Otros ambicionaban la ventaja militar en el área del Caribe. El propio presidente Grant visualizaba en la estadidad dominicana una solución para las relaciones raciales en los Estados Unidos, contemplando que miles de estadounidenses negros se mudaran a residir en el Caribe. Por su parte, el liderato dominicano favorable a la estadidad veía en la misma una solución a sus conflictos con el vecino Haití. No obstante los esfuerzos del presidente Grant, el tratado de anexión de la República Dominicana fue derrotado en el senado por 28 votos a favor y 28 en contra.

Al igual que antes, Texas y Yucatán, el movimiento hacia la estadidad de la República Dominicana respondió en gran medida a sus debilidades internas y conflictos externos más bien que a sus fortalezas. Por su parte, los Estados Unidos pensaron las ventajas y desventajas que el nuevo estado les representaba.

Por encima de cualquier otra consideración a la hora de la verdad, es el congreso estadounidense el que ha tenido la última palabra. Por eso, la próxima vez que un candidato a la presidencia de los Estados Unidos venga a Puerto Rico a ofrecerle a ustedes estadidad, tome su promesa como una mentira, mas por lo que dije, es el Congreso y solamente el Congreso, el que tiene el poder de decidir esto porque la palabra del presidente se la lleva el viento.

Soy Latinoamericano; que vivan todos los países de América y digo, todas las Américas.

Héctor Peña, Peña del Pueblo.

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